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miércoles, 25 de mayo de 2011

Los huérfanos coruñeses jamás regresaron a la ciudad

Año del Señor de 1803. América aguarda con desesperación la vacuna contra la viruela.
El hospital de la Caridad acogía a los niños huérfanos y abandonados. Algunos aparecían en un torno situado en la parte posterior del edificio. Otros nacían en una sala secreta de partos. Era el jaleo genético que se traía el inicio del siglo XIX en A Coruña, una ciudad de 16.000 habitantes.
Hasta que el 21 de septiembre de 1803 llamó a la puerta Francisco Xavier Balmis y Berenguer. Bajo el brazo llevaba una orden firmada por Carlos IV por la que podría llevarse a 22 niños con él a las Indias. Era el médico elegido por la Corona para organizar la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.
Escogieron a los críos más sanos. Luego buscaron un barco. Fue la corbeta María Pita . Partieron el 30 de noviembre de 1803 con dos niños inoculados. Pusieron rumbo a Tenerife, adonde llegaron a los diez días. Allí fueron recibidos con una fiesta, con cientos de críos esperando a ser vacunados.
El 6 de enero de 1804 salieron hacia Puerto Rico, también con dos niños inoculados con la viruela. Como la viruela sólo vivía una semana en sus cuerpos, cada seis días se inoculaba a otros dos, y así hasta el destino.
Al fin llegaron a Puerto Rico. Pero nadie los aguardaba porque los gobernadores querían convertir la vacuna en negocio. Balmis, un hombre de poderoso carácter, montó en cólera y decidió llevar la vacuna a Caracas. Con un sólo niño inyectado, mandó poner rumbo a Venezuela, donde atracaron en 1804, viéndose obligado a vacunar el mismo día de la llegada a 28 críos.
Los niños coruñeses ya habían cumplido su misión, servir durante días de neveras humanas.

                                                                                                          Rafael y Nerea

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