El bosque y la curiosidad

Siempre que me aburría, me gustaba perderme en el bosque, era un sitio donde podía fantasear.

Podía desconectar mi mente y oír los numerosos pájaros, las hojas azotadas por el viento y los pasos de los animales. Pero aquella noche pasaba algo extraño, no había el dulce y el armonioso canto de los pajarillos, ni las hojas azotadas por el viento, y ni siquiera se oían los animales.

Eso me inquietaba y me invadía de preocupaciones. Las nubes empezaron a ponerse y sólo se veían difusamente algunas estrellas. Se escuchaba un fuerte chapoteo, era la lluvia. De repente, pasó algo extraño. Los pajarillos cantaban e ivan todos en fila. No sabía hacia donde se dirigían, así que decidí seguirlos.

Caminando y caminando empezaba a hacer frío, pero quería seguir porque me invadía la curiosidad. Mi ropa ya estaba empapada, pero yo sólo hacía caso al melódico cántico de los pajarillos que me llevaban a un mundo misterioso, desconocido para mí.

El camino terminó en un gran lago, la lluvia se había calmado y la Luna alumbraba más que nunca.

Me metí en el lago y de repente apareció ante mí un hada pequeñita, debía de medir 20 centímetros. Una luz me alumbraba y el hada me observaba. Me sonreía ruborizada.

Le pregunté su nombre, más no contestó, sólo afirmó ser El Hada de los Bosques.

No sabía si tendría que seguir hablando, pero yo seguí dirigiéndole la palabra.

El Hada de los Bosques me agarró del dedo meñique y me guió hacia la salida del bosque.

Me dió un beso en la mejilla y desapareció al instante.

Ahora, no sólo voy al bosque para desconectar mi mente, ahora voy a buscar a El Hada de los Bosques. Algún día la encontraré, y me quedaré con ella.

Tengo curiosidad por saber de quién se trata, si tiene un poblado, si existen más Hadas de los Bosques...

Tania Barreiro Otero